jueves, noviembre 22

El día D

La soberanía de las almas probablemente sea un hecho poco concreto, lejano, atribuido a fuerzas mágicas que bordean los misterios submarinos.

Constantemente me olvido de la pregunta que quisiera tener latente, ardiendo en las profundidades del planeta interno que me he construido, que he conformado inconscientemente, del que escapo y busco constantemente, en espiral, ascendente, etéreo, a veces húmedo y liviano, otras veces rígido y pesado, como si nunca lo humectara con las simplezas trascendentes de nuestro paso por la tierra.

La soberanía de las almas quizás sea un concepto inalcanzable, quien sabe de qué manera se yace en el subsuelo, y en el aire, que en días me parece maravillosamente perfecto y en otros se me vuelve gris, borroso y denso.

Quisiera caminar con la soltura que abordan los días amarillos, distenderme de los efectos y algunos afectos poco sinceros, probablemente inexistentes, porque la falsedad ha sido mi punto de intolerancia y los cangrejos, el pequeño símbolo del desacato y la desconfianza.

La soberanía de las almas se me vuelve imagen antigua, un recuerdo olvidado por las circunstancias específicas a las que el mundo ha sido sometido... Pobrecito mundo, víctima de nuestro rastro ególatra, de intelecto rebozado incapaz de pasar desapercibido, fuertemente atrapado por la estupidez de la bestia humana.

La soberanía de las almas probablemente suceda cuando ya no exista mundo, ni existan almas, cuando el vacío se apodere de todo y todos, seamos vacío.

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