sábado, octubre 2
La Despedida
Presa del viento, brisa del dolor,
Culminan temporalidades,
Puntos y espirales del moho.
La mochila llena experiencia,
el pesar de la pérdida,
la expectante garganta anudada
de un pecho contraído y herido,
la ausencia presente que
esperanzada cargaba anhelos intangibles.
Esas calles perdieron lo nuestro
tomaron rumbos disímiles,
desanudaron las manos del compromiso
Se acabó el invierno.
viernes, septiembre 24
Las ventantas de Yungay
Una ciudad puede tener tantas miradas e interpretaciones como personas, es capaz de albergar un sin número de ciudades o barrios imaginarios que pueden diferir incluso de mapa geográfico. De esta manera la ciudad puede ser una experiencia fenomenológica, un reflejo intelectual, psicológico o espiritual de las sociedades que la habitan, la impresión que se tiene de ella es la cartografía inmediata de su tradición y forma de habitar, la que se evidencia tanto en los ciudadanos como en los espacios públicos y construidos que revelan a la sociedad que la habita.
El Barrio Poniente de Santiago devela identidad y arraigo desde distintos puntos de vista, sus muros de fachada continua presentan un espíritu latente, características evidentes entre lo construido, que entregan un contacto directo con la vereda y la vida externa. Las ventanas por otra parte permiten contemplar los enigmas cotidianos, son lo que permeabiliza la identidad del barrio. Pues la ventana es un símbolo de exteriorización y la salida de la tradición que guardan las paredes y el espacio.
martes, marzo 23
Si te contara
que la realidad de las cosas
no es lo que parece,
que los espejos reflejan fantasmas
y las fantasías sueños,
que los colores no existen,
que la verdad es la luz.
Si te contara,
que todo es perfecto
hasta que intervenimos y lo estropeamos,
que la complejidad de las cosas
son simples sutilezas,
que los años pasan en vano
si olvidamos los recuerdos,
que la vida es una
y muchas otras.
Si me cantaras,
lo terreno y lo divino,
lo prosódico y melódico,
lo explicable y evidente.
La melancolía,
que nace de tu silencio.
Si me cantaras...
miércoles, febrero 10
Ausencia

En el horizonte, observo miles de luces chispeantes, luciérnagas vibratorias de un balneario que se hace presente. Se comportan como las sombras de una ciudad en luz, la negación misma a quedarse dormida o morir en el intento. Pienso en la brisa brava, la fuerza del océano y como se mueve el mundo, creo, que esto me hace sentir viva. Que mientras tanto, el sonido de las olas, genera un ritmo constante en el ambiente, una danza tenaz que se somete en mis pensamientos y sensaciones. Es el ciclo de lo cotidiano, la energía que absorbe, construye y explota. Donde el modo en que se pierde en la orilla, se asemeja a una lágrima de esperanza y desenfreno, al suspiro de los anhelos, a la soledad que sólo le permite intentarlo, una y otra vez, en reiteradas ocasiones, en una eternidad abismante, casi tan grande como el vacío mismo.
Me siento en la terraza oscura, creo que será una de las últimas veces en que podré encontrar este sentimiento, de paz y nostalgia, de pequeños vestigios y algunos recuerdos. Noto, como el legado de los abuelos se deshace lentamente, se me presentan los sillones ausentes, una mesa desierta y el pequeño estante que construyeron hace varios años, todos testigos de aquella historia, todos mobiliarios silentes, de aquellos momentos de alegrías y tristezas, que convidaron a lo que ahora se encuentra destruido, arruinado y podrido.
Las vigas de madera me hacen perder la perspectiva, no es hacia dentro donde estoy buscando, es hacia el mar el lugar donde me sumerjo, hacia el pálpito constante que me prestan esas olas. Y más allá, me hacen compañía muros sobresalientes y balcones vacantes. Pues miran hacia la eternidad invisible, y no entiendo, no puedo comprender, que todo aquello se haya perdido, que este resabio, se limite a sobrevivir en la memoria, que la materia se transforme y que todo lo que hicieron en vida sólo quede como una anécdota, como un sentimiento que en algunos momentos se me anula por completo.
Es cierto que ya casi no lo ocupábamos, pero sabíamos que estaba allí, que podíamos contar con aquel espacio. Los lugares nos entregan tradición, identidad y arraigo. Y aquí, todo se desvanece como los relojes del pintor Dalí. Sólo habitará una sensación de vacío, que en momentos se hará presente, como las piezas de aquel puzzle que construye la mente humana. De manera que me imagino el viento palpable en el revuelo de tu pelo, me construyo un ideario y un momento compartido, pero no puedo perpetuarte caminando a mi lado, puesto que me es imposible saber, si todo aquello, fue cierto.